Raúl Castillo
Cada vez es más común ver animales silvestres acercarse a donde vivimos. No lo hacen por curiosos, sino porque ya no tienen comida ni espacio en su hábitat.
En Tulum, por ejemplo, hay turistas que se sorprenden al ver monos araña caminando desde la selva hasta las tiendas de conveniencia buscando algo para comer. Aunque a muchos les parezca algo “exótico” o divertido, en realidad es una señal de alerta: su casa se está quedando sin espacio por culpa del turismo y las construcciones.
Algo parecido pasa con los cuervos que revolotean por los patios de comida o los estacionamientos de los centros comerciales. Comen de la basura porque nosotros hemos invadido su entorno. Son animales muy inteligentes, capaces de adaptarse, pero también son una muestra de cómo hemos descuidado la naturaleza.
En Monterrey, ver osos bajando de la Sierra Madre hacia las colonias ya no es raro. Buscan comida en los botes de basura y eso los pone en peligro, además de poner nerviosa a la gente. También hay pumas que bajan a las ciudades porque perdieron su territorio o están enfermos por la expansión urbana.
Y en Veracruz, hace poco atropellaron a dos osos hormigueros, uno en Boca del Río y otro en Coatzacoalcos. Estos animales son muy importantes: controlan insectos y ayudan a reforestar al dispersar semillas. Su muerte no solo es triste, también nos recuerda cómo nuestras carreteras y construcciones rompen los ecosistemas.
Cuidar las áreas naturales no es un lujo, es una necesidad. Cada árbol que se tala, cada carretera sin pasos de fauna y cada selva convertida en hotel nos quita equilibrio ambiental.
Cuidar la naturaleza es cuidarnos a nosotros mismos.
Cuando los animales se ven obligados a buscarnos para sobrevivir, lo que realmente están mostrando es lo desconectados que estamos del mundo natural.
