Apuntes de economía. Economía Veracruzana en 2025: inercias, contrastes y oportunidades venideras.

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Edgar Sandoval Pérez

Twitter-IG-TikTok: @EdgarSandovalP

La economía veracruzana no colapsó en 2025, pero falto dinamismo. Ese es, quizá, el diagnóstico más honesto.
Hacer una remembranza económica de Veracruz en 2025 obliga a evitar tanto el triunfalismo fácil como el pesimismo estructural. Los datos oficiales muestran un Estado que resistió, que creció de forma marginal, pero que volvió a desaprovechar ventanas clave de oportunidad en un contexto nacional e internacional que, con todo y sus riesgos, ofrecía condiciones más favorables que en años anteriores.

De acuerdo con el ITAEE del INEGI, Veracruz cerró 2025 con un crecimiento económico ligeramente por debajo del promedio nacional, oscilando entre 0.3 % y 0.6 % anual, dependiendo del trimestre considerado. No se trata de una recesión, pero sí de un desempeño insuficiente para una economía estatal que representa cerca del 4.5 % del PIB nacional, cuenta con una posición geográfica privilegiada y dispone de uno de los portafolios productivos más amplios del país.

El sector primario volvió a ser el principal amortiguador. Agricultura, ganadería y actividades forestales crecieron por arriba del promedio estatal, impulsadas por buenos precios relativos en algunos cultivos, estabilidad climática parcial y una demanda externa que, aunque moderada, se mantuvo firme. Sin embargo, este crecimiento volvió a confirmar una constante preocupante: Veracruz sigue dependiendo excesivamente de sectores de bajo valor agregado, con escasa transformación industrial y limitada integración a cadenas productivas más sofisticadas.

El sector secundario, por el contrario, fue el gran ausente de 2025. La industria manufacturera mostró estancamiento y, en algunos trimestres, variaciones negativas. La construcción apenas logró avances marginales, sostenida más por obra pública que por inversión privada. Esto resulta especialmente llamativo en un año donde el discurso del nearshoring siguió presente a nivel nacional. Mientras entidades del Bajío y del norte captaron nuevos proyectos industriales, Veracruz no logró posicionarse de forma clara como destino competitivo, a pesar de su infraestructura portuaria y su cercanía con mercados clave.

En los servicios, el comportamiento fue mixto. El comercio y algunos servicios ligados al consumo mostraron cierta recuperación, apoyados por el empleo formal y programas sociales federales. No obstante, actividades como transporte, servicios empresariales y turismo crecieron por debajo de su potencial. La derrama turística fue positiva en términos nominales, pero ajustada por inflación, el avance fue modesto, reflejando problemas estructurales de conectividad, promoción y diversificación de la oferta.

En materia laboral, el IMSS reportó creación neta de empleo formal, aunque concentrada en salarios bajos y alta rotación. El ingreso real de los trabajadores veracruzanos siguió rezagado frente al promedio nacional, lo que explica por qué el consumo interno, si bien estable, no fue un motor robusto de crecimiento. A esto se suma un fenómeno persistente: la informalidad, que continúa superando el 60 % de la población ocupada, limitando la productividad y la recaudación.

Desde el ángulo fiscal con la SEFIPLAN, el Estado mantuvo estabilidad. La deuda pública no mostró incrementos y por el contrario presento una reducción bastante significativa, manteniendo las finanzas bajo control y perspectiva de notable desarrollo, con acciones como modernizar catastros, fortalecer la fiscalización y reducir la dependencia de transferencias federales.

Ahora bien, quedarse solo en el balance sería incompleto sin hablar de las potencialidades. Veracruz tiene activos que pocos estados concentran al mismo tiempo:
Puertos estratégicos en el Golfo de México.
Conexión directa con el Corredor Interoceánico.
Vocación agroindustrial clara.

Potencial energético, logístico y turístico subexplotado.
Aprovecharlos requiere algo más que buenas intenciones. Implica planeación económica, certeza jurídica, incentivos bien diseñados y una narrativa clara hacia la inversión privada. También exige pasar del enfoque asistencial al enfoque productivo, donde el desarrollo social y el crecimiento económico se refuercen mutuamente.

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