El Tratado de Aguas de 1944 entre México y Estados Unidos establece la distribución de las aguas de los ríos Bravo y Colorado, fundamentales para las regiones fronterizas de ambos países. Según el acuerdo, México debe entregar a EE. UU. 2,158 millones de metros cúbicos de agua del río Bravo cada cinco años, mientras que EE. UU. proporciona a México 1,850 millones de metros cúbicos anuales del río Colorado.
En octubre de 2020, México enfrentó dificultades para cumplir con sus entregas debido a una sequía severa, lo que generó tensiones diplomáticas. Para evitar un conflicto, ambos países firmaron la Minuta 325, permitiendo a México utilizar agua de presas internacionales para saldar su deuda y comprometiéndose a mejorar la gestión hídrica.
Este acuerdo subraya la importancia de la cooperación bilateral en la gestión de recursos hídricos compartidos, especialmente en contextos de cambio climático y escasez de agua.
Impacto ambiental
“Los expertos advierten que podríamos enfrentar una crisis hídrica regional con graves repercusiones sociales, ambientales y geopolíticas. El agotamiento de estos acuíferos podría dejar sin acceso a agua potable a millones de personas, provocar conflictos por el recurso entre comunidades y entre países” señala el Dr. Hugo López Rosas.
El Dr. Hugo López Rosas es biólogo con doctorado en Ecología y Manejo de Recursos Naturales. Se desempeña como Profesor Investigador en El Colegio de Veracruz y forma parte del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (nivel 1) desde 2009.
Además resalta la importancia de contemplar a las aguas subterráneas en este tratado, “El Tratado de Aguas de 1944 entre México y Estados Unidos regula los recursos hídricos superficiales compartidos, pero no contempla adecuadamente el manejo de aguas subterráneas. Actualmente carecemos de un marco institucional y científico compartido para la gestión de acuíferos transfronterizos”.
Estabilidad comercial y diplomática: un pilar del Tratado de Aguas entre México y EE. UU.
El cumplimiento del Tratado de Aguas de 1944 no solo representa un compromiso legal entre México y Estados Unidos, sino que también es fundamental para mantener la estabilidad comercial y diplomática entre ambos países. Cuando México entrega oportunamente el volumen de agua pactado del río Bravo, como establece el tratado, evita tensiones bilaterales que podrían derivar en sanciones económicas o restricciones comerciales.
Además, esta cooperación sostenida en materia hídrica refuerza la confianza mutua y garantiza el buen funcionamiento de sectores clave para ambas economías, como las agroexportaciones mexicanas, que dependen del acceso al agua para el riego de cultivos destinados al mercado estadounidense.
El acuerdo sobre el agua tiene efectos económicos directos e indirectos. Cumplirlo asegura estabilidad internacional y acceso al agua del río Colorado, pero también genera tensiones internas en México por la redistribución del recurso hídrico, especialmente en regiones agrícolas. La clave está en equilibrar las obligaciones externas con políticas hídricas internas más eficientes y sostenibles.