Xalapa, Veracruz (30 de agosto de 2025) – El inicio del ciclo escolar siempre ha sido un momento cargado de emociones encontradas. Este 1 de septiembre, más de 23 millones de estudiantes de educación básica en México regresan a las aulas. La expectativa es clara: nuevos aprendizajes, amistades y experiencias. Sin embargo, junto con el entusiasmo también aparecen el estrés, la ansiedad, el miedo o la nostalgia.
Desde una mirada mindfulness, este proceso puede verse no solo como un reto, sino como una oportunidad para cultivar presencia y equilibrio en medio del cambio.
La rutina como escenario de consciencia
El regreso a clases implica modificaciones inmediatas: horarios más estrictos de sueño, ajustes en la alimentación y en la organización del tiempo familiar. Estos cambios, si se viven de manera inconsciente, pueden generar cansancio, irritabilidad o incluso problemas de concentración.
El mindfulness invita a reconocer la rutina no como una carga, sino como un escenario para practicar la atención plena. Despertarse más temprano puede ser un momento para notar la respiración; preparar la mochila, una oportunidad para cultivar el orden y la gratitud; acompañar al hijo a la escuela, un instante para estar verdaderamente presentes.
Emociones encontradas: aceptar sin juzgar
El psicoterapeuta humanista Édgar Hernán Romero Villaseñor recuerda que los cambios de nivel escolar —de primaria a secundaria, o de preparatoria a universidad— traen consigo grados diferentes de estrés. A menudo, el miedo surge cuando no hay un referente cercano que oriente.
El mindfulness propone aceptar estas emociones sin juzgarlas. El miedo, la nostalgia o la ansiedad no son “enemigos a combatir”, sino señales de que algo importante está sucediendo. Nombrarlas, respirarlas y observarlas con amabilidad permite que pierdan intensidad y se transformen en aprendizaje.
Estrategias de atención plena para familias
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Respiración consciente al despertar: dedicar un par de minutos en la mañana a inhalar y exhalar profundamente ayuda a reducir el estrés y a comenzar el día con calma.
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Alimentación atenta: convertir los desayunos en un espacio libre de pantallas, donde se mastique lentamente y se comparta la experiencia.
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Escucha activa: preguntar cómo se sintieron los hijos en su primer día y escuchar sin interrumpir ni juzgar, reforzando la confianza.
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Rutina nocturna relajante: antes de dormir, evitar la sobreexposición a dispositivos y dedicar unos minutos a leer o a meditar en familia.
Una transición que también enseña
El regreso a clases no solo es un desafío logístico y emocional; es también una lección práctica de adaptación. Cada estudiante, y cada familia, atraviesa el proceso a su propio ritmo. Al abordarlo con consciencia, se convierte en una experiencia que fortalece la resiliencia, la empatía y la capacidad de vivir en el presente.
Así, más allá de los útiles escolares y los uniformes, este nuevo ciclo puede ser una oportunidad para enseñar —y aprender— lo más valioso: estar presentes en cada momento, en cada emoción, en cada paso del camino.