Gonzalo Ortega Pineda
Licenciado en Administración de Empresas por la Universidad Veracruzana (UV), Maestro en Ciencias Administrativas por el Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores de las Ciencias Administrativas, perteneciente a la Universidad Veracruzana (UV), Doctor en Ecología Tropical por el Centro de Investigaciones Tropicales, de la Universidad Veracruzana (UV), se desempeñó como Director General de Vinculación Social de la Secretaría de Medio Ambiente del Estado de Veracruz. Realizo una estancia posdoctoral en el Colegio de Veracruz (COLVER) donde actualmente es Profesor Investigador de la academia en Desarrollo Regional Sustentable, pertenece a la red latinoamericana de proyectos de divulgación.
Estimado lector, hoy le invito a reflexionar sobre los problemas ambientales que enfrentamos, los cuales afectan también el ámbito social y político. Hablar de estos desafíos es importante para visibilizarlos, pero igual de crucial es poner sobre la mesa soluciones concretas. Bajo este tenor, retomo ideas de entras entregas pasadas de nuestro actual modelo de desarrollo y consumo, un modelo impulsado por sociedades ricas, donde la globalización nos controla, no al revés.
La economía lineal en la que estamos inmersos nos arrastra a una competencia despiadada que prioriza el consumo desmedido sin importar las consecuencias. Para ilustrar el problema, comparto algunos datos relevantes antes de proponer preguntas de reflexión. Se estima que para 2050 la población mundial llegará a 10,000 millones, lo cual generará una demanda de más de 130,000 millones de toneladas de recursos. Para 2030, cerca de 4,000 millones de personas vivirán en zonas de estrés hídrico, es decir, lugares donde faltará el agua. Estos datos provienen de la publicación “Guía práctica para implementar la economía circular en las PYMES” de Rebeca Arnedo, Carmen Jaca, Carlos León y Marta Ormazábal.
Estos retos son globales, pero si bajamos la mirada a lo local, específicamente en Veracruz, según el último corte del INEGI, en 2020 la población era de 8,062,579 habitantes y se generaban alrededor de 7,813 toneladas diarias de residuos. Esto coloca a Veracruz en el cuarto lugar nacional de generación de residuos sólidos urbanos. Mucho de eso que llamamos basura podría tener otro destino, pero esa conversación merece espacio propio. Lo que es claro, es que generamos una enorme cantidad de residuos cada día y no siempre reflexionamos sobre ello.
Sin embargo, la situación no está perdida. Existe una propuesta para reducir la generación de residuos, me refiero a la economía circular. Este concepto, aunque a menudo se asocia solo al reciclaje, va mucho más allá. Inspirada en la naturaleza, la economía circular busca que los productos no acaben como desecho una vez que cumplen su ciclo de vida. En lugar de tirarlos, deben transformarse en nuevos productos, evitando así que terminen en rellenos sanitarios o tiraderos a cielo abierto. En la naturaleza no existe la basura; todo se reutiliza, y este principio busca trasladarse al ámbito productivo.
Hablar de economía circular, es hablar de un cambio de mentalidad, es migrar de un modelo actual a otro más eficiente, que use materias primas de menor impacto ambiental y reduzca la emisión de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global. Una forma de implementarla en el sector productivo es prevenir que los materiales valiosos lleguen a los tiraderos, fomentando el reciclaje y, sobre todo, formando una “sociedad de basura cero”. Está es una sociedad que busca no generar residuos en primer lugar, lo cual implica decisiones conscientes antes de comprar, preguntándonos si realmente necesitamos lo que consumimos y cuántos residuos generará nuestra elección.
Aunque puede sonar utópico, avanzar hacia una sociedad de basura cero, traería ventajas: menos residuos, menor emisión de gases contaminantes, menos presión sobre la naturaleza y la posibilidad de crear empleos en industrias más limpias, además del impulso a nuevas tecnologías y métodos de producción ecológicos.
La economía circular puede aplicarse en distintas escalas, como es, en pequeñas empresas ajustando sus procesos, en redes empresariales que aprovechen recursos de manera colaborativa, e incluso a nivel de ciudades o regiones, donde se requiere la participación de gobiernos para crear infraestructura adecuada, sistemas de transporte, gestión de agua, energía y residuos, así como una base educativa y cultural orientada a la reducción de residuos.
No es una tarea fácil, pero tampoco imposible. Por ello, estimado lector, le invito a reflexionar sobre nuestras acciones como sociedad y, sobre todo, a comprometernos individualmente con la meta de no generar residuos.