Hugo López Rosas
Biólogo con doctorado en Ecología y Manejo de Recursos Naturales. Se desempeña como Profesor Investigador en El Colegio de Veracruz y forma parte del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (nivel 1) desde 2009.
El Plan Veracruzano de Desarrollo 2025-2030 (PVD) fue presentado como el documento central de la política pública estatal. Recoge más de 13 mil propuestas ciudadanas y se organiza en seis ejes estratégicos. Sin embargo, al revisarlo desde la perspectiva del desarrollo rural y costero, aparece un vacío evidente: aunque se habla de sustentabilidad, falta una ruta clara que responda a las necesidades más urgentes de los territorios veracruzanos.
En Veracruz, la vida rural y costera depende directamente de la naturaleza. Selvas, humedales, manglares, la pesca artesanal y la ganadería conforman la base económica y cultural de muchas comunidades. Estas zonas son también las más golpeadas por el cambio climático, la deforestación y la sobreexplotación de recursos. El PVD reconoce esa vulnerabilidad en el discurso, pero no fija metas ni indicadores concretos para enfrentarla.
La comparación con el Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030 (PND) hace aún más evidente la diferencia. A nivel federal, la sustentabilidad atraviesa toda la estrategia: proyectos de energías renovables, modernización del riego, saneamiento de los ríos más contaminados y reforestación masiva. Además, se impulsa la soberanía alimentaria mediante programas de semillas, precios de garantía y la prohibición del maíz transgénico.
En contraste, el PVD habla de diversificación productiva, pesca y turismo sustentable, pero sin detallar tiempos, presupuestos ni metas ambientales específicas. No plantea acciones de restauración ecológica ni medidas contra la contaminación, la pérdida de biodiversidad o la erosión en la costa.
Lo mismo ocurre con el litoral. El PND contempla proyectos de gran alcance como la modernización de puertos, la transición energética y programas nacionales de agua y saneamiento. El plan estatal, en cambio, se limita a ver la costa como un espacio de turismo y pesca, sin estrategias sólidas para proteger humedales y arrecifes, ecosistemas clave para la seguridad alimentaria y la adaptación climática.
La sustentabilidad, entendida como equilibrio entre economía, justicia social y cuidado ambiental, no puede quedar en meras declaraciones. Los pueblos indígenas y afromexicanos que habitan buena parte de estas zonas necesitan planes de justicia y desarrollo diseñados con su participación y con recursos propios. El PND lo reconoce como un eje transversal, mientras que el PVD apenas menciona la inclusión sin ofrecer mecanismos jurídicos ni financieros que la respalden.
El riesgo es que Veracruz pierda la oportunidad de ser referente en sustentabilidad. Como estado costero y agrícola, con una de las mayores extensiones de humedales del país, podría alinearse con la agenda nacional en soberanía alimentaria y transición energética. En cambio, el PVD parece quedarse en un catálogo de intenciones sin fuerza operativa.
La situación es crítica. La ruralidad y la costa ya sufren sequías, inundaciones, salinización de suelos y pérdida de especies. Sin programas claros de restauración, adaptación y resiliencia, el PVD corre el riesgo de ser un documento más, incapaz de incidir en la vida de quienes dependen de la tierra y del mar.
El desarrollo sustentable no es un ideal abstracto, sino una urgencia: tecnificar la agricultura para ahorrar agua, promover la pesca responsable, restaurar ecosistemas naturales como medida de mitigación de la crisis climática, garantizar agua limpia y generar empleos en energías renovables. Nada de esto aparece con la precisión necesaria en el PVD.
En suma, aunque el Plan Veracruzano de Desarrollo se declara alineado con el Plan Nacional de Desarrollo, lo hace solo en el plano discursivo. Veracruz necesita más que coincidencias en el papel: requiere compromisos verificables que aseguren soberanía alimentaria, justicia rural y resiliencia costera. De lo contrario, seguirá reproduciendo la vulnerabilidad de territorios que deberían estar en el centro de un futuro sustentable.