Ciudad de México, 20 de septiembre de 2025. — México ocupa uno de los primeros lugares en el mundo en horas trabajadas al año. Esa cultura de largas jornadas se refleja en un dato alarmante: tres de cada cuatro trabajadores en el país padecen estrés laboral, de acuerdo con cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
El fenómeno no es menor. Las más de 2,200 horas anuales trabajadas por persona, muy por encima del promedio de la OCDE, no necesariamente se traducen en mayor productividad. Por el contrario, derivan en enfermedades físicas y emocionales, ausentismo y rotación de personal, factores que impactan directamente en la competitividad de las empresas y en el desempeño económico del país.
Productividad en riesgo
Especialistas advierten que la sobreexigencia en los centros de trabajo genera un círculo vicioso: empleados con agotamiento físico y mental reducen su rendimiento, lo que obliga a extender aún más las jornadas para alcanzar las metas. Esta dinámica aumenta los costos de operación, eleva las primas de seguros médicos y merma la capacidad innovadora de las compañías.
“Estamos frente a un problema de salud pública que también es un problema económico. La falta de estrategias de bienestar cuesta millones de pesos cada año en pérdidas de productividad”, señala Hugo Palafox, vicepresidente de Ciencia en Immunotec.
Salud física y emocional
El estrés laboral no solo se manifiesta en el cansancio. Se relaciona con trastornos gastrointestinales, insomnio, ansiedad, irritabilidad e incluso un sistema inmunológico debilitado. A largo plazo, puede convertirse en un detonante de enfermedades crónicas.
En un entorno donde la línea entre lo personal y lo laboral es cada vez más difusa, el desafío radica en diseñar políticas que pongan límites claros y prioricen la salud integral de los colaboradores.
Mindfulness: la otra cara del rendimiento
Frente a este panorama, la tendencia global apunta a integrar estrategias de bienestar y mindfulness en las rutinas corporativas. No se trata de modas pasajeras, sino de herramientas que han mostrado resultados en la reducción de estrés y el aumento de la productividad.
Entre las prácticas más efectivas destacan:
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Ejercicios de respiración consciente, que ayudan a calmar la mente y recuperar la concentración durante la jornada.
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Actividad física moderada, como caminar o nadar 30 minutos al día, que estimula la liberación de endorfinas.
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Nutrición balanceada, con alimentos frescos que favorezcan la energía y la estabilidad emocional.
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Desconexión digital, estableciendo horarios sin dispositivos para permitir la recuperación mental.
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Uso responsable de adaptógenos naturales, bajo supervisión médica, para apoyar la respuesta del organismo al estrés.
Bienestar como inversión
Para las empresas, invertir en bienestar laboral ya no es un lujo: es una decisión estratégica. Un trabajador más sano es un trabajador más productivo. Menos estrés significa menos ausencias, menor rotación y un ambiente de trabajo que favorece la creatividad y la innovación.
En un país donde la competitividad depende tanto del capital humano como de la infraestructura, el bienestar emocional y físico de los trabajadores debe ocupar un lugar central en la agenda económica. La conclusión es clara: cuidar la mente también es cuidar las finanzas.