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EconomíaMéxico pierde ventaja ante aranceles preferenciales para Japón

México pierde ventaja ante aranceles preferenciales para Japón

Por: Redacción El Censal | Ciudad de México / Tokio / Washington D.C. | 28 de Julio 2025

El nuevo acuerdo bilateral entre Estados Unidos y Japón, que reduce los aranceles automotrices del 25 % al 15 %, representa un cambio sustancial en el tablero geoeconómico de la industria automotriz norteamericana. Esta medida, celebrada por fabricantes nipones y algunos distribuidores estadounidenses, genera sin embargo un efecto de desplazamiento que podría perjudicar a México si no se negocian condiciones equivalentes en el corto plazo.

México, a pesar de su estrecha integración productiva con el mercado de EE. UU., no cuenta actualmente con un pacto que le brinde ventajas adicionales fuera del marco del T-MEC. Mientras tanto, Japón ha conseguido una reducción arancelaria sin ceder volúmenes de exportación ni condiciones laborales, lo que para analistas representa una jugada geopolítica efectiva con impacto directo sobre la cadena de valor automotriz en América del Norte.

El acuerdo podría derivar en que las armadoras japonesas reevalúen parte de su producción en México, especialmente si exportar directamente desde Japón se vuelve más rentable por la vía arancelaria. Esto afectaría tanto la inversión extranjera directa como el empleo industrial en estados como Guanajuato, Aguascalientes y Baja California.

México: pieza clave, pero en desventaja estratégica

Durante dos décadas, México ha sido el socio predilecto de la industria automotriz japonesa en América. Desde la entrada en vigor del Acuerdo de Asociación Económica México-Japón (AAEMJ) en 2005, marcas como Nissan, Mazda, Honda y Toyota han invertido más de 18 mil millones de dólares en plantas, centros de distribución y proveeduría en el país. Tan solo Nissan genera cerca de 16 mil empleos directos en Aguascalientes, y exporta a más de 40 países desde sus plantas mexicanas.

Pero las condiciones de competencia han cambiado. Las reglas de origen impuestas por el T-MEC —que exigen hasta 75 % de contenido regional en autopartes y al menos 70 % de acero y aluminio de América del Norte— implican un nivel de integración productiva que eleva los costos y reduce la flexibilidad logística para las marcas japonesas establecidas en México.

Si el producto final japonés puede ahora ingresar al mercado estadounidense con aranceles reducidos, sin tener que cumplir con las restricciones del T-MEC, las armadoras podrían encontrar más rentable exportar desde Japón en lugar de ensamblar en México. Esto pone presión sobre las autoridades mexicanas para renegociar condiciones o alcanzar un trato espejo que permita mantener la competitividad del país como hub manufacturero.

Riesgo latente: inversión desviada y empleo en juego

La industria automotriz representa cerca del 4 % del PIB nacional y genera más de 980,000 empleos directos. Cualquier alteración en el equilibrio arancelario puede tener efectos de cascada en empleo, proveeduría, balanza comercial y desarrollo regional.

Aunque el gobierno federal aún no ha fijado una posición oficial sobre el nuevo acuerdo Japón–EE. UU., fuentes del sector automotriz y cámaras empresariales como INA y AMIA han expresado preocupación por la posible relocalización de inversiones si México no entra pronto en condiciones simétricas. La incertidumbre ya se refleja en el ánimo de proveedores Tier 1 y Tier 2, que dependen de contratos transfronterizos.

Al mismo tiempo, el pacto entre Washington y Tokio podría usarse como incentivo para que México acelere una segunda fase de negociación con EE. UU., enfocada en modernizar aspectos clave del T-MEC, incluyendo comercio digital, electromovilidad, estímulos fiscales y alineación arancelaria. Esto implicaría no solo proteger su posición actual, sino anticiparse al rediseño de la industria global frente a la transición energética y el avance de los vehículos eléctricos.

México sigue siendo esencial para la cadena de suministro automotriz de América del Norte. Pero el nuevo acuerdo entre Estados Unidos y Japón lanza una advertencia clara: la política industrial y comercial no puede estancarse. Si México no actúa con rapidez y visión estratégica, corre el riesgo de pasar de ser un socio prioritario a una alternativa costosa para las grandes armadoras del mundo.

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