En Alaska, durante una reunión privada con Donald Trump, el presidente ruso Vladimir Putin presentó un paquete de exigencias para negociar la paz con Ucrania. Las condiciones revelan el alcance de las ambiciones del Kremlin y la complejidad del conflicto que, tras más de tres años, sigue remodelando el orden de seguridad europeo.
Las exigencias de Moscú
Putin plantea tres puntos centrales. Primero, que Ucrania ceda la totalidad del Donbás, actualmente bajo control parcial ruso. Con ello, Rusia busca consolidar una región que considera vital en términos estratégicos y simbólicos. Segundo, que Kiev renuncie formalmente a ingresar en la OTAN, lo que supondría un cambio constitucional y político de gran calado. Y tercero, que se prohíba cualquier despliegue de tropas occidentales en territorio ucraniano, incluso bajo la figura de una misión de paz.
El Kremlin estaría dispuesto, como gesto de aparente concesión, a devolver pequeñas zonas ocupadas en Járkov, Sumy y Dnipropetrovsk. La propuesta, sin embargo, fue acompañada de un mensaje calculado: Moscú considera que ceder Donbás es el precio mínimo para detener el avance ruso en Zaporiyia y Jersón, regiones donde su ejército controla gran parte del territorio.
El rechazo de Kiev
El presidente Volodímir Zelenski respondió con firmeza. “Es una cuestión de supervivencia de nuestro país”, afirmó al rechazar la idea de entregar Donbás. Para Kiev, abandonar esa región equivaldría a perder la capacidad de resistencia y abrir la puerta a futuras exigencias. Además, la Constitución ucraniana consagra la aspiración de integrarse en la OTAN, lo que convierte en inviable —tanto política como jurídicamente— una renuncia explícita.
Juristas en Kiev apuntan que ceder territorio requeriría reformas constitucionales de extrema dificultad: mayorías parlamentarias calificadas, aval del Tribunal Constitucional y, en condiciones de ley marcial, un procedimiento prácticamente imposible.
Dudas en Occidente
Los aliados occidentales observan las demandas de Putin con escepticismo. Para muchos diplomáticos en Washington, Bruselas y Berlín, aceptar el paquete ruso equivaldría a legitimar la invasión y debilitar la arquitectura de seguridad europea. El argumento de fondo es que cualquier concesión territorial premiaría la agresión, incentivando futuros movimientos expansionistas.
Aunque las capitales europeas no contemplan por ahora desplegar tropas de combate en Ucrania, sí mantienen el compromiso de apoyo financiero, logístico y armamentista. Putin, consciente de ello, intenta marcar límites preventivos que restrinjan la cooperación militar sin disparar de manera directa contra la OTAN.
Un horizonte incierto
El encuentro en Alaska no ha traído avances tangibles. Para Putin, el mensaje es claro: Rusia solo considerará la paz bajo condiciones que redibujen el mapa y el equilibrio estratégico en su favor. Para Ucrania, aceptar esos términos sería equivalente a una capitulación.
Entre ambos polos se ubican los aliados occidentales, atrapados en el dilema de sostener a Kiev sin verse arrastrados a una confrontación directa con Moscú. En este tablero, el Donbás no solo es un territorio disputado, sino también el símbolo de hasta dónde está dispuesto a llegar cada actor en la redefinición del orden internacional.