Rosy Wendoli Carrillo Ovando

Economista, especialista en comercio exterior y maestra en economía ambiental. Candidata a doctora en Ciencias Administrativas y Gestión para el Desarrollo. Docente en la Facultad de Economía de la Universidad Veracruzana. Líneas de investigación: desigualdad económica, complejidad económica, desarrollo sustentable y economía ambiental.

Contacto: roscarrillo@uv.mx

La educación es fundamental para el desarrollo de las personas, además representa la base de las estrategias de desarrollo económico a largo plazo. Son diversos los casos emblemáticos que podría enlistar, donde la educación ha sido clave en la política publica y ha tenido resultados exitosos (Core del Sur, Finlandia, Alemania, China, Irlanda, Chile).

Para el caso de México, son destacables los cambios recientes en materia educativa (la Nueva Escuela Mexicana, NEM). Antes de este nuevo esquema el modelo educativo del país se basaba en el enfoque de competencias, que se formalizó en la Reforma Integral de la Educación Básica (RIEB) en 2009 y posteriormente se validó en la Reforma Educativa de 2013, promovida durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. El énfasis era la evaluación docente y la calidad educativa medida por estándares internacionales como el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA).

La NEM se presentó en 2019 bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador, se derogó la Reforma Educativa de 2013. Se incorporó al Art. 3° Constitucional y su implementación ha estado a cargo de la Secretaría de Educación Pública (SEP), primero con Esteban Moctezuma y posteriormente con Delfina Gómez y Leticia Ramírez.

Sus principales objetivos fueron la formación de ciudadanos comprometidos con la transformación del país, el fomento a valores cívicos, justicia social, inclusión y equidad, la priorización de la interculturalidad, la sustentabilidad, la participación comunitaria y el desarrollo socioemocional y centrar la educación en lo local, lo comunitario y lo afectivo, frente a lo tecnocrático o “neoliberal”.

Uno de los cambios más significativos y polémicos es la eliminación de materias tradicionales como matemáticas, historia y geografía en los libros de texto, sustituyéndolas por bloques de aprendizaje integrador como inclusión, igualdad de género, pensamiento crítico, arte, conocimiento social y natural.

Este modelo ha sido presentado como una transformación profunda del sistema, pero lo que en realidad se perfila es una reforma regresiva, cargada de buenas intenciones mal ejecutadas, que amenaza con profundizar el rezago estructural que ya caracteriza al país.

Los nuevos contenidos no deben descartarse, pero, su promoción no puede hacerse a costa del pensamiento lógico, la comprensión cuantitativa y el rigor disciplinar. México ya es un país que enfrenta serias deficiencias en matemáticas. PISA (2022) señaló que ocho de cada diez estudiantes no alcanzan niveles básicos de competencia matemática.

Además, la implementación del nuevo modelo se ha caracterizado por la ausencia de pruebas piloto serias(organismos como México Evalúa, el IMCO y UNESCO han advertido que, sin datos y evaluación externa, no se puede garantizar que el nuevo modelo logre mejores aprendizajes), materiales didácticos confusos y una capacitación docente insuficiente. Muchos maestros han señalado que los nuevos libros de texto (más ideológicos que pedagógicos) no abonan a la claridad al desarrollo del pensamiento crítico, uno de los pilares de la NEM.

Sumado a esto, se desapareció el Programa de Escuelas de Tiempo Completo en 2021, que ofrecía alimentación y jornada extendida a más de tres millones de niñas y niños en contextos de alta vulnerabilidad. Lejos de corregir desigualdades, estas medidas las profundizan.

Otra preocupación, es que la NEM, bajo el lema de “descolonizar” la enseñanza, abandone la aspiración de integrar a México al entorno global. La enseñanza del inglés ha sido debilitada y las estrategias para fomentar habilidades digitales son limitadas, especialmente en zonas rurales. De continuar esta tendencia, no solo se agudizará la brecha entre educación pública y privada, sino también entre México y el resto del mundo.

No es posible construir una economía del conocimiento sin matemática, sin ciencia, sin tecnología, sin pensamiento sistemático. Apostar por un modelo que minimiza estas capacidades es condenar a millones de jóvenes a ser meros sobrevivientes del sistema, no protagonistas del desarrollo.

En una sociedad donde la educación sigue siendo uno de los pocos mecanismos de movilidad social, este tipo de decisiones no solo son erradas, son profundamente injustas. Si no se corrige el rumbo, los sectores más vulnerables (como siempre) serán los más perjudicados.

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