Hugo López Rosas
Biólogo con doctorado en Ecología y Manejo de Recursos Naturales. Se desempeña como Profesor Investigador en El Colegio de Veracruz y forma parte del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (nivel 1) desde 2009.
Cada temporada de lluvias, Veracruz vive el mismo drama: calles convertidas en ríos, colonias inundadas, caos vial y pérdidas económicas millonarias. Mientras tanto, seguimos apostando por la misma receta fallida: más drenajes, más concreto, más infraestructura “gris” que solo traslada el problema de un lugar a otro. Es hora de cambiar el paradigma y mirar hacia soluciones que otras ciudades del mundo ya están implementando con éxito extraordinario.
Veracruz-Boca del Río enfrenta una tormenta perfecta: somos una conurbación costera de topografía plana, con humedales en las áreas naturales protegidas Lagunas Interdunarias, Arroyo Moreno, Laguna Olmeca y Tembladeras, expuesta a huracanes cada vez más intensos por el cambio climático, y con un crecimiento urbano acelerado que ha impermeabilizado enormes extensiones de suelo. El resultado es predecible: cuando llueve fuerte, el agua no tiene dónde infiltrarse y se convierte en nuestro enemigo. Pero aquí está la paradoja: mientras luchamos contra las inundaciones, también enfrentamos problemas de escasez de agua. Gastamos millones en sacar rápidamente el agua de lluvia de la ciudad, para después gastar otros millones en traer agua de lejos.
En 2013, China lanzó una revolución urbana silenciosa con el concepto de “Ciudad Esponja”. La idea es simple pero poderosa: en lugar de expulsar el agua de lluvia, las ciudades deben absorberla, almacenarla y reutilizarla, funcionando como esponjas naturales. Wuhan, una de las primeras ciudades piloto, construyó más de 200 lagos artificiales, instaló pavimentos permeables en miles de hectáreas y transformó parques tradicionales en espacios que absorben enormes cantidades de agua durante inundaciones. Rotterdam llevó este concepto al siguiente nivel con la Plaza Benthemplein, que durante días normales sirve como área recreativa con canchas de basketball, pero durante lluvias intensas se convierte en un sistema que almacena millones de litros de agua.
Nuestra región cuenta con ventajas únicas que otras ciudades no tienen. Los humedales urbanos de Veracruz-Boca del Río son tesoros naturales que funcionan como esponjas reguladoras del ciclo hídrico. En lugar de verlos como obstáculos para el desarrollo urbano, deberíamos reconocerlos como la columna vertebral de nuestro futuro sustentable. Tenemos manglares, humedales costeros, un arbolado urbano considerable y espacios públicos que podrían transformarse.
Es urgente que los gobiernos municipales actualicen los Planes de Desarrollo Urbano para incluir explícitamente la conservación de humedales como estrategia de infraestructura verde, y establecer normativas que exijan a nuevos desarrollos incorporar jardines de lluvia, pavimentos permeables y sistemas de captación pluvial. El sector privado tiene una oportunidad de oro: desarrolladores visionarios que integren techos verdes y diseños que trabajen con el agua tendrán ventaja competitiva enorme en el turismo sustentable. Los ciudadanos podemos empezar desde casa con jardines que absorban agua, captación de lluvia para riego, y presión para que nuestros representantes tomen en serio la planificación urbana sustentable.
Cada año que posponemos esta transformación, los costos aumentan exponencialmente. Las inundaciones de 2024 nos recordaron brutalmente nuestra vulnerabilidad. Con el cambio climático intensificando los fenómenos extremos, la frecuencia de estos eventos solo aumentará. Mientras tanto, ciudades como Copenhague, Singapur y Portland se posicionan como líderes mundiales en sustentabilidad urbana, atrayendo inversiones, turismo y talento.
Estamos en un momento único. El gobierno federal habla de sustentabilidad, hay recursos internacionales disponibles para proyectos de adaptación climática, y existe tecnología probada y accesible. Lo que falta es voluntad política y visión a largo plazo. Veracruz puede convertirse en la primera Ciudad Esponja de México, un modelo para otras ciudades costeras de América Latina. Podemos transformar nuestra vulnerabilidad hídrica en fortaleza, nuestros humedales en infraestructura natural, y nuestros espacios públicos en soluciones multifuncionales.
La pregunta no es si podemos hacerlo, sino si tendremos la visión y el valor para intentarlo. El futuro sustentable de Veracruz está literalmente bajo nuestros pies, en cada humedal que protejamos, en cada superficie que permeabilicemos, en cada árbol que plantemos. Solo necesitamos la determinación para construirlo.