Humedales en riesgo: por qué Veracruz no puede permitirse seguir perdiéndolos

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Hugo López Rosas

Biólogo con doctorado en Ecología y Manejo de Recursos Naturales. Se desempeña como Profesor Investigador en El Colegio de Veracruz y forma parte del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (nivel 1) desde 2009.

Los humedales costeros de Veracruz son un patrimonio natural que estamos dejando desaparecer sin comprender del todo lo que eso significa. Mientras en otras partes del mundo estos ecosistemas reciben cada vez más atención por su papel en la adaptación al cambio climático, aquí continúan deteriorándose. Las cifras globales muestran un panorama crítico: desde principios del siglo XX se ha perdido entre 64 y 71% de los humedales del planeta, a un ritmo mucho mayor que el de la deforestación. En Veracruz, donde los humedales de agua dulce son especialmente valiosos, la tendencia es similar.

Estos ambientes (selvas inundables, tulares, popales y palmares) cumplen funciones valiosas y esenciales: nos protegen de inundaciones, limpian el agua, recargan los acuíferos y sostienen una gran diversidad de especies. El caso de las lagunas interdunarias del Puerto de Veracruz es ilustrativo: de unas 200 lagunas quedan poco más de 30 por el avance urbano. No es un simple cambio del paisaje, sino una amenaza directa para la seguridad hídrica de la ciudad.

Pocos saben que los humedales costeros de agua dulce pueden almacenar más carbono que los manglares. En sitios como La Mancha y Boquilla de Oro, las selvas inundables guardan 869 toneladas de CO₂ por hectárea, mientras que los manglares cercanos almacenan 482. Además, pueden retener hasta siete veces su volumen en agua, funcionando como amortiguadores naturales en temporadas de lluvia intensa y como barreras frente a la intrusión salina.

A pesar de esto, la política pública los mantiene en un segundo plano. El concepto de “carbono azul”, que abre puertas a financiamiento climático, solo reconoce manglares, pastos marinos y marismas saladas. Los humedales de agua dulce quedan fuera, aun con su alta capacidad de captura de carbono. Esta omisión limita los recursos para su restauración, mientras la expansión ganadera y agrícola continúa fragmentándolos.

La vulnerabilidad del estado agrava el problema. Con más de 700 kilómetros de costa y varias zonas urbanas asentadas junto al mar, Veracruz enfrenta huracanes más intensos, aumento del nivel del mar y lluvias extremas. Los humedales son una defensa natural frente a estos riesgos, pero su destrucción avanza justo cuando más se necesitan.

Hay ejemplos de recuperación que prueban que la restauración es posible. En La Mancha, un potrero degradado fue devuelto a su estado original de popal-tular gracias al trabajo conjunto de campesinos y especialistas. La recuperación de la biodiversidad y la mejora en la regulación del agua fueron evidentes. Sin embargo, estos casos siguen siendo excepciones sostenidas con fondos limitados.

La zona conurbada Veracruz–Boca del Río muestra con claridad la magnitud del desafío. Allí existen más de 67 mil hectáreas de humedales protegidos, pero la contaminación, los rellenos irregulares y la proliferación de especies invasoras están deteriorando estos ecosistemas a gran velocidad. Si se pierden, disminuye la capacidad de retener agua en una región donde las inundaciones son cada vez más frecuentes.

Ignorar esta situación tiene costos altos. A escala global, la pérdida de humedales podría representar 39 mil millones de dólares en servicios ecosistémicos menos para 2050. En contraste, la restauración ofrece beneficios económicos significativos: por cada dólar invertido se recuperan entre 5 y 35 dólares en servicios ambientales.

Veracruz requiere un programa estatal sólido para restaurar sus humedales costeros. Esto implica contar con mapas precisos que distingan adecuadamente los humedales de agua dulce, asegurar financiamiento estable, incluir estos ecosistemas en los mecanismos de carbono azul y de pago por servicios ambientales, ofrecer alternativas productivas a ganaderos ubicados en zonas sensibles y aplicar de manera estricta las regulaciones de las áreas naturales protegidas.

La restauración de humedales no es un acto simbólico, sino una medida estratégica para proteger a la población, asegurar el agua, fortalecer la producción y enfrentar la crisis climática. Veracruz posee un patrimonio natural extraordinario. La decisión es simple: conservarlo ahora o enfrentar más adelante consecuencias irreversibles. La evidencia científica y económica es clara. Restaurar los humedales costeros del estado es una necesidad inmediata.

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