Hugo López Rosas

Biólogo con doctorado en Ecología y Manejo de Recursos Naturales. Se desempeña como Profesor Investigador en El Colegio de Veracruz y forma parte del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (nivel 1) desde 2009.

En medio de la creciente crisis climática que enfrentamos, nuestras ciudades costeras se encuentran en la primera línea de fuego ante el aumento del nivel del mar, tormentas más intensas e inundaciones devastadoras. Sin embargo, la naturaleza nos ha proporcionado aliados poderosos que a menudo ignoramos o destruimos: los humedales urbano-costeros.

Estos ecosistemas, que incluyen manglares, marismas y lagunas costeras dentro o cerca de nuestros núcleos urbanos, son auténticas infraestructuras naturales que protegen a nuestras comunidades. Funcionan como barreras ante eventos meteorológicos extremos, filtran contaminantes del agua, capturan carbono a tasas muy superiores que los bosques terrestres, y albergan biodiversidad esencial para la salud de nuestros mares y costas.

A pesar de su valor incalculable, la realidad es alarmante. México ha perdido aproximadamente el 60% de sus humedales originales, y los remanentes enfrentan presiones constantes por la expansión urbana descontrolada, la contaminación y la falta de reconocimiento en los instrumentos de planificación municipal.

La ironía resulta evidente: destruimos los mismos ecosistemas que nos protegen, para luego invertir millones en infraestructura gris que intenta —generalmente sin éxito— replicar los servicios que estos humedales nos brindaban gratuitamente.

Los municipios costeros de México tienen una gran responsabilidad. Según la Constitución en su artículo 115, poseen facultades para la formulación de planes de desarrollo urbano y el control de usos del suelo. Esta capacidad representa una oportunidad extraordinaria para integrar la conservación de humedales como elemento central de la planificación municipal.

El problema no es la falta de marcos normativos. México cuenta con leyes robustas como la LGEEPA, la Ley de Vida Silvestre con su artículo 60 TER que protege específicamente los manglares, y es signatario del Convenio Ramsar. El desafío radica en traducir estos marcos legales en acciones concretas a nivel local.

Las administraciones municipales tienen la posibilidad de identificar, proteger y restaurar humedales mediante los Planes Municipales de Desarrollo Urbano (PMDU). Estos instrumentos pueden establecer zonas de conservación, regular actividades en áreas adyacentes, crear corredores biológicos y desarrollar proyectos específicos de protección.

Los humedales urbano-costeros representan también una estrategia de Adaptación basada en Ecosistemas (AbE), un enfoque que aprovecha la naturaleza para construir resiliencia ante el cambio climático. Esta aproximación resulta significativamente más económica y sustentable que las alternativas de ingeniería convencional.

El tiempo para actuar se agota. Cada ciclo de gobierno municipal que pasa sin incorporar adecuadamente estos ecosistemas en su planificación representa una oportunidad perdida para las comunidades locales. La explosión inmobiliaria en zonas costeras sigue avanzando, frecuentemente a costa de humedales críticos.

Necesitamos una nueva visión donde los humedales no sean vistos como “terrenos desperdiciados” o “zonas problemáticas”, sino como activos estratégicos para el desarrollo sustentable y la seguridad de nuestras comunidades. Los ciudadanos deben exigir a sus gobiernos locales acciones concretas para su protección.

Es necesario que las administraciones municipales reciban capacitación especializada por parte de expertos en humedales y ecología costera. La brecha de conocimiento técnico sigue siendo uno de los principales obstáculos para la conservación efectiva. Urge la elaboración de guías metodológicas que faciliten la integración de estos ecosistemas en todas las etapas de los planes de desarrollo urbano, desde el diagnóstico inicial hasta la implementación de proyectos específicos.

Estas guías de integración deben proporcionar herramientas prácticas, adaptadas al contexto mexicano, que permitan a funcionarios municipales identificar, valorar y proteger sus humedales costeros, incluso con recursos limitados. Se requieren metodologías claras para su zonificación, estrategias de conservación y mecanismos de monitoreo accesibles.

El llamado es claro para los tomadores de decisiones municipales: integrar los humedales en la planificación no es un lujo o una opción, sino una necesidad urgente para garantizar ciudades costeras resilientes, habitables y sustentables. Los beneficios de esta integración se reflejarán en menor vulnerabilidad, mejor calidad de vida y ahorros significativos en infraestructura de protección.

La próxima vez que un huracán amenace nuestras costas o que las inundaciones paralicen nuestras ciudades, recordemos que posiblemente destruimos la mejor defensa que teníamos. Todavía estamos a tiempo de cambiar esta historia en muchas comunidades costeras de México. La pregunta es: ¿tendremos la voluntad política y la visión para hacerlo?

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