Zedillo: una extraña democracia

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Job Hernández Rodríguez

Licenciado en Economía por la Universidad Veracruzana. Maestro y Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Ha sido profesor en distintas instituciones de educación superior (UNAM, UAM, UACM y COLVER), donde ha impartido cursos de economía, ciencias políticas, estudios latinoamericanos y sociología.

En su enfrentamiento con el régimen de la Cuarta Transformación el ex Presidente Ernesto Zedillo se ha pintado a sí mismo como un excelso demócrata, constructor eminente de una “joven democracia” que sólo existió en su cabeza. Actúa de esa manera confiando en la falta de memoria del pueblo mexicano, cálculo en el que yerra enormemente.

Para evocar aquellos tiempos, traigo a colación algunos hechos y datos evidenciando que lo construido por aquel entonces no abonó a la construcción de la democracia sino todo lo contrario: fue el primer capítulo de un estado nacional de contrainsurgencia que, aún morigerado por el triunfo popular de 2018, seguimos padeciendo.

Esto porque, precisamente a partir de 1994, experimentamos un rápido ascenso del militarismo que conducirá al lugar preponderante que tienen las Fuerzas Armadas en la historia reciente del país. Una ingente acumulación de medios de violencia por parte del Estado comienza en aquél año, bajo la batuta de Zedillo y su afán de enfrentar por medios militares el resurgimiento de la guerrilla, la creciente inconformidad social que animaba a un nuevo ciclo de lucha popular, la inestabilidad social provocada por el “error de diciembre” y la incertidumbre política derivada de los magnicidios que sacudieron al país.

Para enfrentar estos retos, Ernesto Zedillo dirigió una estrategia en que los aparatos de coerción fueron reforzados. Creció el número de efectivos y los recursos financieros destinados a las Fuerzas Armadas y los distintos cuerpos policíacos. Por sólo citar una cifra, comenzó un ascenso sostenido del gasto militar que en 1994 alcanzó su pico histórico de 0.7 por ciento del PIB. En la misma dirección, los efectivos del Ejército Federal aumentaron 50.5 por ciento entre ese año y el 2000. Los recursos destinados a la policía se multiplicaron por 15 entre 1996 y 2000 y se creó la tristemente célebre Policía Federal Preventiva, básicamente dirigida a reprimir a los opositores, que arrancó con 11 mil elementos (de los cuales 5 mil eran militares).

Más grave aún, durante el sexenio de Zedillo se reforzaron las unidades de tropas especiales destinadas al combate de la “subversión”, que posteriormente se pasarán al narcotráfico para protagonizar métodos de violencia extrema en el tratamiento de sus rivales (como ocurrió con los Zetas). Igualmente, se crearon grupos paramilitares en Chiapas, como Paz y Justica, responsable del primer caso de violencia extrema en la historia reciente del país: la masacre de Acteal, en la que fueron asesinados 45 hombres y mujeres de la pacifista organización de Las Abejas.

Finalmente, a instancia del “demócrata” Zedillo, se impulsaron reformas jurídicas para flexibilizar la declaratoria del estado de excepción y el uso de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública, uno de los rasgos más destacados del régimen político mexicano de nuestros días.

Con estos recursos a mano, se castigó severamente la protesta social y se incrementó la violencia de estado contra defensores de derechos humanos y activistas. Además de la ofensiva militar de febrero de 1995 contra el EZLN y la mencionada masacre de Acteal, en lo haberes de Ernesto Zedillo se cuentan los siguientes hechos represivos destacados: el asesinato de 11 campesinos en el vado de Aguas Blancas, Guerrero; la muerte a manos de policías y militares de 8 indígenas en El Bosque, Chiapas; la solución violenta de la huelga del CGH en la UNAM mediante la detención de 700 estudiantes; y la represión contra los normalistas de El Mexe, Hidalgo.

En resumen, en 1994-2000 inició una dinámica política mexicana que se caracterizó por el desprecio a la vida y la dignidad de las personas, el secuestro y la desaparición forzada de los opositores y los asesinatos masivos destinados a amedrentar a la población. Se trata de una “democracia” por demás extraña, armada hasta los dientes, ésta que nos heredó el prominente doctor Ernesto Zedillo.

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