Desigualdad de ingresos: historia, teoría y desafíos fiscales

Desde el siglo XIX la desigualdad ha sido una problemática característica de la sociedad. Durante mucho tiempo los economistas señalaron que la desigualdad es parte del crecimiento económico. Esta idea se remonta a la Curva de Kuznets, la cual sugería que en etapas tempranas de desarrollo económico la desigualdad se incrementaba debido a la acumulación de capital en algunos grupos y sectores de la sociedad. Pero, a medida que la economía se sigue desarrollando, la desigualdad se reduce ya que experimenta una expansión en la educación, una la mejora en el acceso a servicios sociales y la formación de una clase media más extensa.

A pesar de que estas ideas estuvieron vigentes desde la década de los años 50, se observa que la desigualdad de ingresos es cada vez más elevada; incluso en países que tradicionalmente eran más igualitarios y se han agravado en países donde ya era alta. En países en desarrollo o emergentes como el caso de México las consecuencias se agravan y en el largo plazo generan círculos viciosos.

Diversos acontecimientos han contribuido al resurgimiento del análisis de esta problemática: la crisis financiera de 2008, Movimientos como Occupy Wall Street en 2011, el ascenso de China a la economía mundial. Todo esto nos lleva a reflexionar si algunas teorías económicas siguen vigentes. Además de los diversos movimientos a nivel internacional, también se ve una influencia dentro de la teoría económica dando como resultado la aparición de nuevos enfoques.

Uno de ellos, la economía institucional, la cual se encuentra estrechamente relacionada con la historia. La idea principal es que las instituciones juegan un rol fundamental en el desempeño económico de los países, y a su vez estas están determinadas por decisiones políticas que apoyan a las elites. Es decir, que las instituciones están dispuestas para servir a unos cuantos.

En este contexto, es de interés comprender las raíces históricas y estructurales de la desigualdad. Es precisamente Thomas Piketty, uno de los teóricos más influyentes del debate, en su obra “El Capital en el Siglo XXI” que señala: “la ausencia de políticas redistributivas lleva a las economías a reproducir desigualdad estructural”

Dentro de las propuestas de este autor para combatir la desigualdad se encuentran: los impuestos progresivos a la riqueza y la herencia, la transparencia financiera, y la política fiscal basada en la justicia redistributiva.

Diversos países han comenzado a debatir sobre este tema, se discuten reformas para gravar a las personas más adineradas y redistribuir los recursos a través degasto público. Estos debates han tenido resistencia ante las elites. Además, la baja calidad institucional es uno de los grandes obstáculos en este tipo de países.

En México se ha adoptado un enfoque mas conservador, es uno d ellos países con mayor desigualdad dentro de la OCDE. El sistema fiscal es altamente regresivo, la recaudación como porcentaje del PIB es de 14.6%, los impuestos directos a la riqueza son casi inexistentes, y la estructura tributaria depende excesivamente del consumo, lo que afecta desproporcionadamente a los hogares de menores ingresos.

El país necesita con urgencia una reforma fiscal progresiva que permita financiar los programas de fomento al desarrollo económico y por ende la reducción de la desigualdad estructural. Esto implica no solo gravar a quienes más tienen, sino también fortalecer las instituciones. La teoría económica y la historia nos están dando grandes señales.


Rosy Wendoli Carrillo Ovando

Economista, especialista en comercio exterior y maestra en economía ambiental. Candidata a doctora en Ciencias Administrativas y Gestión para el Desarrollo. Docente en la Facultad de Economía de la Universidad Veracruzana. Líneas de investigación: desigualdad económica, complejidad económica, desarrollo sustentable y economía ambiental.

Contacto: roscarrillo@uv.mx

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