Gonzalo Ortega Pineda
Licenciado en Administración de Empresas por la Universidad Veracruzana (UV), Maestro en Ciencias Administrativas por el Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores de las Ciencias Administrativas, perteneciente a la Universidad Veracruzana (UV), Doctor en Ecología Tropical por el Centro de Investigaciones Tropicales, de la Universidad Veracruzana (UV), se desempeñó como Director General de Vinculación Social de la Secretaría de Medio Ambiente del Estado de Veracruz. Realizo una estancia posdoctoral en el Colegio de Veracruz (COLVER) donde actualmente es Profesor Investigador de la academia en Desarrollo Regional Sustentable, pertenece a la red latinoamericana de proyectos de divulgación.
Estimado lector,
A continuación, abordaremos un tema de suma importancia sobre el cual se ha hablado y escrito extensamente, pero respecto al cual se ha actuado muy poco: la salud del planeta y nuestra responsabilidad directa en su deterioro. Inicio citando una frase del libro del escritor Eduardo Galeano, titulado “Úselo y tírelo, nuestro planeta, nuestra única casa.” El título del libro es contundente, especialmente si comprendemos la referencia a utilizar algo y luego desecharlo como si ya no tuviera valor alguno; por desgracia, esto es precisamente lo que estamos haciendo con nuestro hogar planetario, agotándolo y despreciándolo. Aunque en muchos casos lo hacemos sin malicia o conscientemente, en otras ocasiones sí existe tal intención, aunque rápidamente lo olvidamos anteponiendo nuestra comodidad.
Esta comodidad nos ha llevado a consumir de manera descontrolada. Es poco frecuente que alguien, antes de realizar una compra, se pregunte: ¿De dónde proviene esto?, ¿Cuánto viajó?, ¿Cuántos gases contaminantes se emitieron para que llegara hasta mi puerta? Tampoco solemos cuestionarnos: ¿Cuánta agua se utilizó para producirlo?, ¿Qué extensión de bosque fue deforestada? o simplemente: ¿Cuánto estoy contaminando? Por ello, vuelvo a citar a Eduardo Galeano, quien en su obra mencionada advierte: “La humanidad en algún momento sufrirá un juicio final, en el que un alto tribunal de bichos y plantas nos acusará de haber convertido el reino de este mundo en un desierto de piedras.”
Ante tal juicio, no podremos escapar de una sentencia severa: la extinción. Si bien no estoy afirmando que esto ocurrirá en un futuro cercano, sí es posible en uno lejano. En este proceso, los seres humanos estamos provocando que aproximadamente 42,000 especies estén en peligro de extinción, según datos de la lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Nuestro estilo de vida y patrones de consumo ponen en serio riesgo nuestra existencia y la de otras especies.
Hemos deteriorado la salud del planeta de manera rápida y alarmante, llevándolo de una sala de urgencias a terapia intensiva. Baso esta información en los siguientes datos: en México, la deforestación anual alcanza las 208,820 hectáreas cada año, desde el 2001 hasta el 2021. Esto genera significativos problemas de regulación climática y desertificación en diversas regiones del país. Además, en términos de residuos sólidos urbanos, en México se generan alrededor de 102,895 toneladas diarias. Para ofrecer una perspectiva, esto equivale a llenar 12,862 camiones de basura diariamente. Estos residuos contribuyen a diversos tipos de contaminación. Otro problema considerable en las costas es la muerte de corales en las zonas arrecifales, que son fundamentales para proteger las costas de la fuerza del mar.
En esta época del año, donde las temperaturas serán extremadamente altas, no podemos dejar de mencionar la contaminación del agua. La Red Nacional de Medición de la Calidad del Agua informa que aproximadamente el 59% de los cuerpos de agua monitoreados están contaminados, lo cual representa una grave amenaza para nuestra vida y la del planeta, ya que este líquido contaminado, no podría ser usado para consumo.
Dado este panorama, es necesaria una crítica reflexiva en la cual yo mismo me incluyo. A pesar de que existe abundante literatura científica sobre estos temas, la acción concreta es insuficiente. Los investigadores dedican sus vidas a escribir sobre ello, pero es imperativo equilibrar la escritura con la implementación de prácticas sostenibles. Esta es una tarea urgente. Adicionalmente, debemos reconsiderar nuestro estilo de vida, que promete un falso bienestar. Este bienestar es fraudulento, pues se basa en la sobreexplotación de otros, la destrucción de la naturaleza y el sufrimiento de otras especies. Los invito que pensemos la vida estamos llevando, en lo que compramos, pensemos en todo lo que paso para que este producto este en mis manos, en todos los recursosque se ocuparon. La invitación es a que seamos consumidores, productores y autoridades responsables del futo del planeta.
Nos leemos en la siguiente.